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Ese tránsito tantas veces anhelado por muchos cubanos como el ir libremente de La Habana a Miami (y viceversa), -incluyendo también cualquier otro sitio del orbe- fue convertido en hecho tangible con Puentes: entre lejanías y cercanías llevadas a cabo, la exposición personal de Sandra Ramos, en el edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes. La artista, integrante de la nómina de cubanos invitados a la XI Bienal de La Habana, participaba con esta exhibición en la muestra central del mega evento convocado bajo el tema Prácticas artísticas e imaginarios sociales.

Un puente a modo de instalación, conectaba los dos puntos de notable significado en el histórico conflicto de esos espacios geográficos contrapuestos que han sido Cuba y Estados Unidos. La posibilidad de semejante recorrido convertía a la pieza titulada 90 millas, y a la exposición misma, en lugar heterotópico en un momento en que en la isla se continúa a la espera de la reforma migratoria.

Andar paso a paso aquella dimensión de luz que reproducía las vistas aéreas de La Habana y Miami, y del mar en el Estrecho de La Florida con fotos tomadas por la artista al sobrevolarlo, fue adentrarse en el nuevo segmento de uno de los temas cardinales en la obra de Sandra Ramos: el viaje. Sus calcografías La maldita circunstancia del agua por todas partes y Cuando todos se han ido queda la soledad, presentadas en Maneras de matar las soledades en 1993, su instalación Migraciones II, en la V Bienal de La Habana, en 1994, otras piezas de semejante naturaleza (Criaturas de isla, 1995, La vida no cabe en una maleta I y II, 1996), así como un amplio conjunto de su trabajo instalativo (Air Mall. Espejismos, 2002-2007, El camino de la incertidumbre y Naufragios, 2004), ilustran diferentes aristas del argumento desarrollado por ella hasta hoy, conformando una crónica acerca de los conflictos y el movimiento de la sociedad cubana en las dos últimas décadas. Tránsitos ligados a la historia de la nación; a razones políticas, económicas, sociales. Insularidad, migraciones, sueños, enajenación, pérdidas, sacrificio. Destinos individuales y colectivos asomados en su multifacética producción.

Desplazamientos reales o tropológicos cargaron de particular energía al conjunto expositivo, compuesto por instalaciones de naturaleza escultórica (con cajas de luz o proyecciones de video incluidas), así como libros objeto y collages a partir de serigrafías e impresiones digitales. Entre los iconos que traducían el singular movimiento se encontraba la escultura en forma de boya ubicada en Cayo Hueso desde 1983. En su inscripción puede leerse (como también ocurría en la sala del museo) "Southermost Point Continental U.S.A." y junto a ello la indicación: "90 millas a Cuba". A ese avistamiento desde la Florida y a esa cifra -distancia que sobrevive en la memoria de tantos- Sandra Ramos incorporó otro avizoramiento. El más cercano – lejano punto, incluía las miradas que parten de suelo cubano queriendo divisar el Norte. De esa doble perspectiva en relación con el sitio original, se hacía partícipe al espectador ofreciéndole las visiones que del mar tendría desde cada orilla (Cayo Hueso/Península de Hicacos) proyectadas a ambos lados del artefacto.

Durante la inauguración de Puentes, el público recibió un obsequio simbólico: el catálogo impreso semejando el pasaporte al uso en el país. La singular réplica era acuñada luego por la artista con una suerte de visa de su propia creación. Este proceder era un guiño al valor actual del documento en la isla, a su protagonismo en la consecución de los empalmes a los que la exposición remitía y, anticipo de su relevancia dentro de la muestra en piezas plenas de dramatismo y cariz narrativo como Horizontes I y II. En la primera, las páginas del pasaporte podían haber sido tatuadas por el mar o las lágrimas, la alegría o el sufrimiento; maneras de definir las tribulaciones existenciales que han lastrado el tránsito de los cubanos, paisajes que acompañó con palabras horadadas en las cartulinas (nostalgia, sed, muerto, esperanza, éxito, lejos, cerca). Para el cuerpo de sus libros en Horizontes II, Sandra se valió de imágenes enviadas por amigos de los pasaportes con que salieron por primera vez de Cuba, y que fueron mezcladas con las de las ciudades donde ellos vivieron (Nueva York, México D.F., Puebla, entre otras).

Testigo de las circunstancias expuestas, la mirada de Sandra Ramos fue una traducción de marcas, a partir de catorce serigrafías intervenidas en Miedo secreto. Definió allí algunas de las huellas que las leyes migratorias y las restricciones de entrada y salida al país han dejado en las personas (ruptura familiar y de otros vínculos, soledad, escisión, desarraigo, frustración…). Los ojos de la artista, y en su totalidad Puentes: entre lejanías y cercanías llevadas a cabo, puentearon y comunicaron espacios de subjetividad y vivencias personales con los sitios ciudadanos que ocupan esos conflictos en el imaginario colectivo.

Caridad Blanco de la Cruz
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