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El arte en Cuba es como una máquina que ha seguido funcionando después de que se paró el motor. Sandra Ramos pertenece a la promoción de artistas que llamo "la mala hierba", por su capacidad de proliferar en la trágica situación del país. Su obra ha conservado el movimiento del nuevo arte tras la diáspora generalizado de los años 90. Cuba no produce ni comida para alimentar a su población, pero- para bien o para mal- continúa produciendo superextructura.

Ramos y sus colegas son los artistas de la post utopía y la crisis. Hace pocos años vi en Caracas un grafitti que decía: "el sueño se castró". Ahora Ramos nos muestra La isla que soñaba con ser un continente, rodeada de célebres soñadores de la historia y la cultura cubanas. En obras como ésta los jóvenes expresan el momento del despertar, cuando se mezclan las imágenes del sueño y la vigilia. Reaccionan al derrumbe de un proyecto utópico, pero son a la vez arte de el en la complejidad de una visión simultánea, irónica y amorosa, pues nuestro hogar son los escombros de la ciudad y la utopía. Los artistas deconstruyen con insistencia las representaciones del poder, dando mandarria a los remanentes incólumes del pasado: representación y poder. Pero ellos integran también otras representaciones. El tríptico La nueva ideología transparenta el juego de superposición y entrecruzamiento. Decía Derrida que la auto deconstrucción es el proceso mismo de la deconstrucción. En La isla que soñaba... Sandra Ramos es la isla dormida.

Los artistas de la post utopía han mantenido la plástica como sitio de discusión social en un país donde estos sitios no existen ni en los medios de difusión masiva, ni en las asambleas o las aulas. Ha sido quizás un caso único en que la plástica sustituyó a los medios sin salir de sí misma, ejerciendo una resistencia al autoritarismo e imponiendo un discurso civil.

Ramos protagoniza esto como parte del auge femenino en "la mala yerba" y la aparición de un feminismo social. Es una de las artistas que proyectan su biografía, sus sentimientos íntimos y su propio cuerpo hacia la discusión de problemas sociales, políticos y culturales. Uno de los tropos más frecuentes es el autorretrato de la artista personificando a la isla o la bandera, identificando emotivamente su situación personal con la que sufre el país.

Esta exposición, en la galería Nina Menocal, titulada Criaturas de Isla, se centra en la diáspora de los cubanos, "un logro de la revolución" incrementado en los últimos tiempos. Tiene su antecedente en la instalación de maletas pintadas que fue una de las obras de mayor impacto en la última Bienal de la Habana. El éxodo y en particular la tragedia de los balseros, ha devenido tema obsesivo de los artistas. El malecón mismo- esa personificación urbanística de la frontera como espacio de uso social de los habaneros- se ha convertido en un símbolo recurrente, según vemos en las piezas de Ramos, y ha dado la imagen síntesis del éxodo.

Ramos es la única que aborda el asunto en sus diferentes costados. No hace mucho Kurt Hollander advertía que el tema de la balsa podía ser una moda y que al enfocar exclusivamente el viaje, sin mencionar la vida antes o después, las obras no proporcionan una crítica en profundidad. Esta exposición por el contrario, asume la diáspora como un problema social cultural, sintiendo sus diversas implicaciones. Lo hace desde un testimonio personal que brinda emotividad a la simbolización analítica de las obras. Títulos como Podía no haber nada más allá del agua, El miedo a estar lejos de casa, La soledad, o La ciudad soñada, hablan de temores, esperanzas y experiencias que rodean el deseo generalizado de partir, resumido en un grabado sobrecogedor de la isla de Cuba como una enorme balsa que se va remando. Ramos ha presentado también el drama de la Base de Guantánamo, en una obra titulada Cercados por las aguas.

Su pintura se basa en un lenguaje relativamente primitivo, con elementos del cómic y la caricatura, menos recio que en sus grabados. Las obras son barrocas, con proliferación de elementos, detalles y asuntos. Ostentan un inclusivismo ecléctico y fragmentario propio de cierto gusto post moderno. Más allá de la cuestión del éxodo, constituyen verdaderos retablos simbólicos de la actualidad cubana; recuerdan en cierto sentido al Bosco, Leonora Carrington y Remedios Varo. Pero prima un estremecimiento emotivo más a lo Frida Kahlo, por la subjetividad íntima, participante, de su visión. Parafraseando a Martí, son tajos de las entrañas de cualquier cubano.

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