La tendencia a sobreponerse "con fuerza y fe" de los desafueros que el destino trata de imponer, ha sido uno de los rasgos del cubano por largos años. De forma explícita o no, esta cualidad define nuestra idiosincrasia y la manera en que interactuamos con el medio.
El culto a San Lázaro, uno de los más enraizados en el sentir popular, se ha convertido con la peregrinación anual a su templo en el Rincón, el 17 de diciembre, en un hecho sociocultural significativo.
Sandra Ramos quien, junto a otros, protagonizó lo que se dio en llamar la generación de los noventa; ha estado hurgando en el campo concreto de la religiosidad popular cubana, para dar cuenta de la permanencia de valores y patrones culturales anclados en la devoción religiosa como modo de vida. El culto a San Lázaro sirve a la artista como pretexto para discurrir acerca del tema religioso y, al mismo tiempo, llamar la atención sobre cómo un pueblo nutre su existencia, deseos y esperanzas -amén de su desarrollo intelectual- de cosmovisiones consideradas por algunos como primitivas.
Miracles. Figurines of cupper and aluminum. Variable dimensions
March. Esculptures of clay/Video. Variable dimensions
El binomio arte-religión ha sido recurrente en la historia occidental del arte. El catolicismo ha contado con una iconografía representacional de la que carecen otras religiones y cultos sincréticos. En el escenario de las artes plásticas cubanas, la alusión a los cultos populares se manifestó en figuras aisladas durante la primera (y en buena parte de la segunda) mitad del siglo XX. No es hasta la década de los ochenta que los creadores en su búsqueda de lo popular y siempre desde su formación artística, marcada por una vocación social, indagan en este fértil terreno. La apertura que significó los noventa para el tema religioso, propició que el camino iniciado por importantes artistas como José Bedia, Juan Francisco Elso, Ricardo Rodríguez Brey y otros, fuera transitado por nuevas hornadas de creadores con aportes indiscutibles en tanto rigor analítico de las propuestas se refiere.
Es sintomático que la devoción a la figura de San Lázaro haya popularizado más la asunción del santo mendigo (Babalú Ayé) protector contra las enfermedades, proveniente de la tradición yoruba, y no la de San Lázaro Obispo. Pese a los intentos de la Iglesia por orientar la devoción hacia la imagen católica, los devotos hicieron suya la figura del Viejo Lázaro vestido de saco, con el cuerpo cubierto de llagas y perros a su alrededor, subvirtiendo el canon de representación hacia una visión más cercana.
San Lázaro, como motivo, ha sido tratado en los últimos años por varios artistas cubanos, entre los que destacan Julio Neira, Rolando Vázquez, René Francisco Rodríguez y Marta María Pérez. Sus discursos parten de la figura del santo y reflexionan sobre la historia, la identidad nacional o individual, así como las necesidades y aspiraciones de sus seguidores. Lo que singulariza el trabajo de Sandra es que su acercamiento se da por el interés en el culto como hecho social, como colectividad, y no tanto como representación. No es gratuito entonces que su propuesta tuviera un primer momento en la intervención realizada el 16 de diciembre pasado, con la pieza 17 caminos, que convirtió determinado sector vial, muy cerca del Rincón, en una galería interactiva, socializada en el espacio público.
Toda la obra de Sandra puede ser analizada desde su componente existencial. Su inclinación por la problemática religiosa se deriva de su preocupación por las vivencias y conflictos de la sociedad cubana, visible desde sus primeras obras en las que abordaba el tema migratorio. En estas series, antes que representar "la partida", opta por aprovechar la significación de los objetos (maletas, cofres) que devienen espacios donde convergen la memoria, los anhelos, la identidad. También en sus más recientes trabajos trata dramas sociales como el alcoholismo y la aparición de personajes marginales, conocidos como buzos (*) partiendo del mismo método.
En esta ocasión, la artista intenta recrear la esencia de la religiosidad popular cubana a través del objeto (exvotos, velas, escultura del santo), pero también su proyección social mediante la peregrinación y el pago de las promesas. Por otro lado, utiliza los beneficios que permiten medios como la fotografía y el vídeo, en tanto documentales. Asimismo, procura dar fe de cómo conviven expresiones culturales de raigambre místico-religiosa con tecnologías que, sin embargo, facilitan la aprehensión de su carácter vital como metáfora de la realidad insular.
Con Promesas, Sandra se inicia en un nuevo camino de grandes posibilidades discursivas que, tratadas con la agudeza y sencillez usuales en su quehacer, permiten auguremos loables aciertos.