Para la joven artista cubana Sandra Ramos el tema del exilio de la provocación de la fatalidad se entrecruzan en la búsqueda de un set de pertenencia. Sus trabajos más recientes tienen que ver con el destino, pero también con factores circunstanciales que rodean tanto el nacimiento como a la muerte; en su obra se pierden las fronteras entre ambos estado de existencia. Nacimiento y muerte forman parte de una misma experiencia. Hay cierto morbo en la forma en que se aproxima al exilio; el regodeo en lo fatal, en la aceptación del destino arrastran consigo algo de masoquismo.
Muchas veces se ha asociado su trabajo con el drama migratorio en Cuba. Su obra desarrolla el tema del exilio, pero lo hace desde la perspectiva mucho más existencial. La maleta, por ejemplo, aparece en sus obras como un leitmotiv desde hace algunos años. Una maleta porta su propia narrativa, es un contenedor de la memoria. Pero una maleta tiene que ver también con lo provisional, con el desplazamiento en el tiempo y en el espacio. Cuando coloca esas maletas en el fondo del mar la artista no está refiriendo exclusivamente al naufragio o a la muerte, sino también a la frustración deseo. Inmovilizar una maleta implica subvertir la lógica de un objeto "ansioso", de un objeto siente asociado al tránsito, predestinado a evadirse a sí mismo.
Ramos también emplea peceras en sus instalaciones. Las peceras son continentes de vida y preludio de muerte y por supuesto, límites de la existencia. Está vivo- afirma la artista- implica estar "contenido". En este sentido, sus maletas y sus peceras comparten un mismo propósito en el plano comunicativo, simbólico. Sin embargo, ambos objetos que se oponen en su movilidad; delimitan una espacio que contiene el movimiento- las peceras- o que define su funcionalidad en el movimiento- las maletas.
A Sandra Ramos le interesa discurrir sobre la imposibilidad. La contención, los cristalinos límites de la peceras, la inmovilidad de la maleta sumergida en los sedimentos de la memoria, o "un espejo de formas moribundas" (Gastón Baquero) constituyen en este proyecto de iconografía de la anulación del deseo.
El proyecto Testamento del pez se inspira en el poema homónimo del escritor cubano Gastón Baquero, fallecido recientemente luego de varias décadas de exilio. El poema, declamado por el propio autor, acompaña en off a la instalación de Sandra Ramos. La instalación consta de un espacio cerrado con el piso cubierto de arena y el techo forrado con papel de espejo. Un grupo de fetos convertidos en caracol y flotando en su única y siguiente residencia se encuentran apresados en cinco peceras empotradas en los muros pintados de azul intenso. Desde otro ángulo se observa la silueta de Sandra Ramos "dibujada" con una manguera para peceras por la que circula oxígeno, la cual rodea su cuerpo desnudo convertido en espejo. Las imágenes fotográficas de la cabeza, las manos y los pies del Ramos completan su autorretrato en el interior de otras cinco peceras. Sandra Ramos es pez y es ciudad sumergida, accediendo a un espacio de silencio muerte. El diálogo que establece con la urbe espejos recortados que aparecen en otro muro, se convierte en soliloquio. Sólo en la muerte somos uno mismo, nos liberamos del límite y de la diferencia, nos introducimos en eternidad; desde la acrópolis diversa y múltiple nos desplazamos a la inevitable homogeneidad de la necrópolis, "vistiéndonos de iglesia y de cementerio", diría Baquero.
La artista ha realizado un estudio de iluminación que nace de las propia peceras, o que se focaliza en algunos de los objetos (maletas, peceras enterradas en la arena, o fragmentos de los cuerpos desmembrados de monstruosos muñecos fetos). En medio de oscuridad, los efectos de iluminación y la refracción de la luz que proviene de los espejos crean una atmósfera espectral, tortuosa, reforzada por el sonido del mar y la voz del poeta. El público toma conciencia de su acceso a una "zona de riesgo"; todo en la instalación provoca incertidumbre, inseguridad: el hermetismo de espacio (la sala que el artista precisa deberá contar de una sola entrada), la obscuridad, la arena en el piso, la imagen del espectador reproducida varias veces en los espejos que aparecen en muros, techo y objetos.